sábado, 25 de septiembre de 2010

Reflejos


Los reflejos juegan a volverme zurdo. A no darme nunca la espalda, a no ser ni más lento ni más rápido que yo, a seguirme la mirada, siempre de frente, y a reirse un poco de las palabras.

El espejo juega a ser yo. A veces soy yo el que juego a ser espejo y lo desconcierto. Lo noto raro, como si se abombara o se estilizara. Me escudriña, me mira abajo y arriba. Pero no dice nada. Me canso y me voy.

Otras veces me juega una mala pasada y me cambia. Me dibuja alguna nueva cana y ya tengo que llevármela puesta. Creo que se cansa de pintarme siempre igual y saca a relucir su carácter más artístico. Son cambios imperceptibles. Se alía con el tiempo y juegan conmigo.


lunes, 20 de septiembre de 2010

Tengo la intención de ser aire


Tengo la intención de ser aire,
de ser viento y rozar los árboles
para entender cómo los horizontes
quedan siempre tan lejanos.

Ser un poco luz, un poco sombra.
Ser como nube blanca
sobre azul inmenso,
o gris frío y otoñal
pintado en la retina.

Tengo la intención de hablarte
y no decir lo siento,
salir del escondite
donde quedé oculto
una vez, siendo niño,
en el patio eterno de mis recuerdos.

Reir, reir y reir mil veces
y dar paseos largos en silencio.
Tengo la intención de despertar
cuando todos se hayan dormido,
para ver los sueños pasar
en un sinfín de mundos,
todos vivos en el tiempo
perdido de los hombres.

Sí, sí, sí... sí. Mil veces sí.
Afirmar que todo lo que veo
es el borde externo de mis párpados,
la orilla del mundo
o la frontera de mis pupilas.
Tengo la intención...,
la intención de dormirme
para borrar el día
y dibujar la noche.
Y ser un poco
tú cuando te pierdes,
y un poco yo
cuando te encuentro.

Volar o dejar caer
el cuerpo en el vacío
extraño de los sueños,
para seguir los pasos
de tantos y tantos versos.

Y no ser más yo
que cuando inspiro el cielo
y lo retengo,
lo agolpo en mis pulmones
y lo dejo suelto.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Barca


Como la barca,
escribo versos de agua.
Solo reflejos.




martes, 7 de septiembre de 2010

Los pantalones de mi padre

Sigo creciendo, más bien, sigo "añando", cumpliendo el tiempo que me queda y no por eso dejo de sentir a veces el viejo desasosiego ante las situaciones nuevas. Sigo pareciéndome al niño que se escondía tras las perneras de los pantalones de mi padre. Agarrado a los pliegues rectos del tergal, media cara tapada, oculta en el resguardo cierto del padre. La otra media, acechando. Con la sensación de un corazón palpitante en el pecho infantil y en los ojos, el temor a lo que se encuentra más allá del contacto tranquilizador de mi padre. La sensación del vacío frente a mí, del mundo abierto, de no encontrar el sitio donde descansar seguro, sin miradas que turben el lugar donde me encuentro. A veces, cuando camino tranquilo por las calles de mi ciudad, me parece que me observan, que me esperan, que quieren que dé el siguiente paso, antes incluso de yo haberlo siquiera pensado. Todos se paran y me observan. La ciudad se detiene. Yo me escondo. Quiero cerrar los ojos y volver, dejarme ir a los regazos que me alzaron y me dieron toda la seguridad que ahora echo de menos. Hay días en que vuelvo a la infancia que nunca perdemos, tan solo callamos. Sólo que ahora ya no están los pantalones tras los que me escondía, las perneras a la que mis manos se aferraron con fuerza, para defenderse de la vida.