jueves, 22 de septiembre de 2016

Vuelvo

En el espacio que queda entre bit y bit, se me quedó olvidada la libreta. Siempre me ocurre y siempre me ocurría, cuando las libretas tenían hojas de verdad y las palabras sonaban al escribirlas, mientras la punta de la pluma rasgaba las fibras del papel, dejando heridas de tinta en forma de versos, o de sueños, o de garabatos.
Se me olvida hacer eternos mis pensamientos o, cuando menos, coger la ilusión de la eternidad que surge en la escritura.
Se me olvida a menudo discurrir por renglones y ajustar mis pensamientos a los párrafos. Simplemente, dejo atrás el ansia de escribir y me escondo. Porque nunca he sido yo de exponerme demasiado. Y cuando lo hago, cuando decido dejar expuestos algunos, pocos pedacitos de mi, siempre acabo por volver a recogerlos y guardarlos en aquellas cajitas de puros que todos teníamos donde asegurar nuestros secretos. Los cierro y me vuelvo a la vida, amortajando esos momentos de debilidad en los que me atreví a pensar que mis palabras pudieran interesar a alguien distinto de mí. Entonces me dedico a vivir. A no dejar huella ni rastro. A ser anónimo y a alejar de mis neuronas cualquier idea que surja y que, en su insistente revoloteo entre mis sinapsis, pretenda ir más allá de la volatilidad de los pensamientos, y busque ser plasmada para independizarse de mí.

Hoy, sin embargo, vuelvo a caer en la presunción, y escribo.