El otoño es una estación olvidada. Nadie habla de ella. Es un tránsito, el paso hacia el invierno. Incluso parece a veces que quisieran quitarla del circuito. Es la hermana pobre de las estaciones. Pero a mí me gusta. Siempre he sido un poco defensor de las minorías y el otoño se encuentra entre ellas. A la primavera la esperan todos, la celebran. Es la estación del color, de las flores, es el dejar atrás el crudo invierno, es la esperanza y el renacimiento, todo junto. A veces, algo presuntuosa, parece que se diera aires de grandeza delante de las otras, como una diosa. El verano es calor, vacaciones, sol, playa, cuerpos desnudos o semidesnudos, lascivia, fiesta,... El invierno es frío, nieve, navidades, regalos, comidas familiares, esquí, montaña... ¿Pero el otoño?. El otoño no tiene adeptos, y los que lo son, parecen raros a los ojos de los demás. Es frío sin serlo, viento, tormentas, es cuando se cambia la hora y se hace de noche pronto... un fastidio. Pero para mí, el otoño es transparencia. Luz, nubes que dibujan el cielo, reflejos.