viernes, 6 de marzo de 2009

Lomo Magullo

Aún quedan quienes trabajan la tierra. La siembran, la plantan, sacan de ella el alimento y la cuidan. Parece que ya no existieran, que son una especie en extinción. Son formas de ver el espacio. Hay quienes lo ven siempre a base de cuadrículas, líneas que se entrecruzan para generar solares. Es curioso cómo la tierra se convierte en solar, el campo en zona urbana y el paisaje natural en zonas de apartamentos. Tan sólo hay que trazar una cuadrícula en un plano, y ya está. Cuando hablo con los viejos, los que siguen labrando la tierra, todos dicen lo mismo: La tierra es la vida, la que nos da de comer. Sin tierra no hay nada. Y tienen razón. ¿De qué comeríamos si todos nos dedicáramos a colocar bloques?.

Aún quedan lugares hermosos, como este de Lomo Magullo, en Telde. Lugares donde la tierra forma parte de sus gentes y ellos la cuidan, la riegan, la siembran y la abonan. Cada casa tiene sus macetas, sus parterres llenos de flores que las visten y las aromatizan. Cada uno se ocupa de sus flores. Muchos de ellos, además, se ocupan de sus tierras que llenan de colorido los alrededores del pueblo. Hay senderos, niños que juegan a coger lisas, paredes de piedra seca, árboles a los que subirse y coger algún que otro fruto, vecinos que te conocen y te saludan o que no te conocen, pero que te saludan igual. Lugares con encanto, lugares a los que el progreso ha llegado algo más lento, como dejando respirar un poco a sus habitantes. Y que siga así por mucho tiempo.

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