Con el tiempo, supe que aquellos abrazos eran el lugar donde yo habitaba, mi verdadero hogar.
Cuando uno nace, nace de otros, porque otros te traen y otros te reciben. Eres un anexo, sin voluntad propia, sin consistencia, una parte de otra parte. Luego creces y un día decides alargar el brazo y acoger a gente que pasaba por allí. Es nuestro segundo nacimiento, el renacer al mundo. Yo lo hice de la mano de algunos amigos. Así, cada vez que me encuentro con alguna de mis amistades de entonces, siento en su abrazo como una vuelta al sitio de donde vengo, a mi lugar de procedencia. A la patria verdadera.
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