domingo, 15 de noviembre de 2009

El abejorro


No era una mariposa como la de la foto. No lo era. Una grácil y ligera mariposa, con sus encantos de hada, con sus alas multicolores, y la fascinación prendida en los vaivenes indecisos de su vuelo. Era un abejorro negro, un abejorro grande y orondo, con unas alas pequeñas, tan pequeñas para su generoso cuerpo, que debía batir con mucha fuerza para conseguir vencer la dictadura gravitatoria de la Tierra. Llegó torpe, como pidiendo perdón. Los abejorros siempre se anuncian al llegar. Te rodean con un zumbido que más que zumbido, pareciera un recitativo, la monodia indescifrable de una plegaria, o el monótono quejido de un cello, o de un contrabajo olvidado y sin orquesta. Llegó, pero no pudo con el juego de los niños, que quieren coger aquello que les entra por los ojos. Cayó medio muerto al suelo, interrumpiendo definitivamente el sonido de sus alas batiendo el aire. Los niños se adueñaron entonces de su existencia, la tomaron para sí, sin miramientos, como ellos son, como actúan siempre. Lo observaron, lo tocaron, lo aprehendieron, lo asimilaron cada uno desde su particular punto de vista. Entre todos, uno habló:

- ¡Todavía está vivo!

Y mientras lo decía, yo observaba cómo las alas perdían su último grado de tensión, y vencía del todo la gravedad terrestre. Aún lo continuaron observando un tiempo. Cuando dejó de moverse, otro niño se acercó y dijo:

- ¡Sí, es verdad, todavía está muerto!

Quisiera creer que la inocencia fuera verdad, que las palabras tornan fórmulas mágicas en bocas de inocentes, que los niños,  como igual que quitan dan, lo mismo hacen sin darse cuenta con sus frases equívocas para el mundo de los adultos. ¿Y si no están equivocados?, ¿y si es así; si es cierto?, ¿y si es posible unir esas tres palabras - todavía está muerto - y que puedan ser realidad?. 

¡Todavía está muerto!, ¡todavía está muerto!. Quedé pensando, sumido en la sencillez de tres palabras, tres palabras que nunca antes habían estado juntas, que se unieron de repente en la boca tierna , llena de vida, de un niño, y que fueron lanzadas al aire sin más, sin intención, sin miramientos ni sentidos torcidos o intenciones... para formar una frase imposible...¿o no?

Tomé la mano del niño, para que volviera a jugar con otros niños, y al volver la mirada...

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