sábado, 21 de agosto de 2010

Albañiles


Aquí dejo un pequeño homenaje a los que son capaces de crear espacios. En sus manos, las herramientas toman vida y dan el golpe exacto, con la fuerza precisa. Tienen el don de hacer. A veces, uno tiene la suerte de dar con una de esas personas que son capaces de hacer con sus manos casi cualquier cosa. Es fabuloso. Imaginan y vuelven palpable lo que antes sólo era imagen en sus cabezas. Los ves coger las herramientas, en silencio, moverse con rapidez y precisión. Golpear, romper, cincelar, amasar, apilar, colocar, medir cortar,... Cada gesto, cada movimiento repetido, cada giro de muñeca, colabora en la ejecución de un plan predeterminado. Se quedan quietos a veces, mirando detenidamente las líneas creadas, localizando imperfecciones invisibles, desniveles inapreciables. Pasan la mano sobre la superficie y palpan las arrugas que han de ser eliminadas, aplican algo de masa y allanan. Líneas rectas, planos perfectos. Son los albañiles, como los masones de la edad moderna, los constructores, los hacedores de espacios. Siempre me han llamado la atención.

¿Qué sería de los arquitectos sin los albañiles? Tal vez, yo sería capaz de imaginar mi casa. Incluso de dibujarla. Podría haber estudiado y ser un arquitecto afamado. O uno del montón. Diseñaría edificios, casas, estadios, iglesias o mezquitas, campos de fútbol o parques,... pero quedarían todos encerrados en archivos digitales, en planos y dibujos.

Es apasionante ver como crece una casa. Como las imágenes de construcciones tomadas, condensados varios meses en a penas tres minutos. Las grúas suben, crecen como árboles que se dieran prisa por alcanzar la luz. Las paredes se elevan con la rapidez artificial del tiempo condensado. Los obreros son hormigas veloces que siguen caminos sólo visibles para ellas. Y todo, absolutamente todo, surgiendo mágicamente de las manos de los albañiles.

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