En un mundo paralelo al nuestro, ajeno a las emociones, depredador y presa escriben una historia única. No hay gestos. No puede haberlos. No están pensados sus cuerpos para eso. Es un acto puro. Una actuación exacta y medida. Limpia.
La vida se fagocita a sí misma. Y muda de lugar. El mero acto de alimentarse, de absorber el pedacito de vida de otro ser, no es mas que un traspaso, una mudanza, un intercambio del impulso vital repartido en millones de seres de la tierra.
En este juego, hay tres perspectivas: la de la araña, que envuelve celosamente al insecto en su tela. La del insecto, que siente el poder inmenso que lo atrapa. La del que observa la avidez de la araña y el infortunio del insecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario