Era de noche.
Cuando la noche era noche,
y el sonido cambiaba de carril
y llegaba más lento, y más puro.
Cuando la luz hacía sombras de plata
y las voces
palpitaban en susurros.
Entonces aprendimos a recorrer las siluetas
y a ver los rostros perdidos
en halos de sombras,
a mirar a los ojos perdidos
y a escuchar
cada resto olvidado de las palabras perdidas.
Tú eras diferente
porque la noche te envolvía
y recorría nuevos horizontes
sentidos en la nueva perspectiva.
Tú eras la noche
y con ella jugabas a esconder
los gestos y los olvidos,
y yo a adivinar tus intenciones.
Era de noche
y no llegaba a penas un ramillete
tierno de luces a mis ojos,
que te anhelaban como niños
abriéndose tanto más
cuanto mayor era la oscuridad,
sin entender cómo estando tan cerca,
cómo sintiendo tu aliento entre mis labios,
aún no me era dado el poder verte.
Era la noche, la que me quitaba tu presencia,
la que me ofrecía tus secretos,
la que me regalaba tus contornos.
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